Caleb Roux

¿Qué se sentiría poder sentirlo todo y no poder expresarlo? Que es lo que piensan los demás de un hombre al que solo ven sus ojos expresivos y la sonrisa de lado, observando como todos viven y él se queda sobre esa silla especial, comiendo con ayuda de niñeras, siendo cambiado y atendido por una hilera de guapas enfermeras que se pasean fantaseando con que ese hombre de gesto triste se levantara y les hablara de un momento a otro.

Nacido en una mansión del norte de Rumania existe Caleb Azier Roux, Caleb nació con parálisis cerebral y fue visto por varios especialistas quienes mejoraron su calidad de vida, pero no así su condición. Su familia, de renombre y gran fortuna se encargó que jamás le faltara nada, sus cuidadoras pasaban una a una a través de los años, pero muy pronto se iban marchando, por una cosa u otra ninguna de ellas podía aguantar mucho tiempo en ese sitio. Hasta la llegada de ella, de una familia de brujos con grandes dotes para la magia blanca, ella sabe que puede cumplir con el gran sueño del castaño de poder moverse, comenzar a hablar y caminar, y vivir todo aquello que no pudo hacer. Ella le devolverá la vida, y también le entregará su corazón luego de conocerlo y luego de muchos obstáculos en medio.

Caleb Azier Roux Hugh Dancy | 30 | Miss Marsden

Rhiannon Byrne Megan Ory  | Alina

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- Lo siento cariño, Elladora se marchó esta mañana, ha conseguido un nuevo empleo en  Bucarest.. - le dijo su madre al verlo despierto sobre la cama y como su mirada buscaba a alguien más en la habitación. Una muchacha más que se marchaba en el mes de Enero e iban.. si pudiera contar con los dedos no le alcanzarían. Caleb parpadeó y  miró a su madre, su rostro preocupado la hacia ver mayor de lo que era, y tan dulce y serena. Su mano levemente se acercó para tomar la de ella y acariciarla, algunos días eso era fácil, debía prestar atención a los impulsos de su cuerpo para poder manipularlos y llegar a moverla lentamente, y cuando sentía la calidez de la piel del otro se sentía más tranquilo.

Esa tarde no pasó sin más contratiempos que los normales para una vida confinada a no poder expresarse como lo querría. Una de las sirvientas le preparo un baño caliente en su bañera y se encargó de bañarlo ante la mirada avergonzada del castaño de brillantes ojos celestes. Jamás iba a sentir más que vergüenza, pudor por que alguien más hiciera lo que el mismo podría hacer. Luego de los baños casi siempre tomaba una siesta enfurruñado por su condición y esperaba que las manecillas del reloj le advirtieran que era medianoche. Como si a esa hora ocurría algo increíble que cambiará su historia.  

Llegó a medianoche, con su chaqueta de cuero negro y su pañuelo abultado al cuello más por estética que por necesidad. Las gente como ella no era afectada por el clima, la gente como ella tenía otras características que ocultaban a la vista del resto. Los Byrne habían decidido durante generaciones vivir cerca de los humanos a diferencia de otros magos y brujas que vivían en comunidades secretas apartadas de la mirada de la otra especie.

No era una hora prudente para presentar en la casa en donde esperaba que le dieran su futuro trabajo. Había llegado ese mismo día de Irlanda a Rumanía, y los ritos, protecciones y presentaciones a los clanes de allí les había demorado más de lo previsto. Otra característica de las brujas es que no necesitaban dormir nunca. Podían sumirse en el trance del sueño si lo necesitaran pero como siempre, era más un hecho de acoplarse a los seres humanos que por otra cosa. Era por la noche cuando su energía bullía con más fuerza y era cuando se reunían para hacer cosas de brujas.

Llamó al timbre, ya había podido comprobar que había luz en alguna de las estancias de la casa. Esperó a que la abrieran pacientemente.

Su condición seguía igual pasada la medianoche pero era un ritual solo suyo seguir cada uno de los movimientos del reloj con los ojos, algunas veces parpadiaba o su cuerpo hacía algún que otro movimiento en reflejo pero no era mucho más de lo que pudiera hacer por si solo. Caleb se había acostumbrado así por ser lo único que conocía y no es que pudiera quejarse lo suficiente. Aunque algunas veces parecía que quería comunicarse y tener un comportamiento caprichoso de no comer o beber algo que no le gustara.

El timbre de la enorme mansión donde vivía sonó con un sonido melodioso alertando a la ama de llaves que la nueva empleada había llegado al fin. - Esos son modales? Llegar a la medianoche? - se preguntó su madre al aire, saliendo de la habitación para ir a presentarse con la hermosa mujer que acababa de ser guiada a la sala por su servidumbre.

- Así que aquí estás.. espero que tengas experiencia como ayudante... - le dijo la mujer rubia mirándola altiva de arriba a abajo antes de pedir por el coche para poder marcharse a casa. La ama de llaves acompaño a  la chica a la habitación de su joven amo, llamando su atención con su usual carraspeo. Caleb estaba sentado sobre su silla de ruedas junto a la ventana, no había allí nada especial, pero había estado observándola por unos largos minutos ingresar por el enorme jardín hacia allí. La silla se dio la vuelta para recibir a su huésped y el parpadeo varias veces observándola con curiosidad en su mirada clara.

- Lo siento mucho, es un país nuevo y hemos tardado un poco más de lo que hubiéramos querido - “lo siento, estaba haciendo conjuros” se dijo así misma la respuesta correcta - sí, tengo experiencia… señora - dijo con cierto mohín como respuesta a la mirada altiva que esa señora le acababa de decir. No se podía decir que empezara bien la cosa.

La condujo hacia la habitación de la persona a la que tendría que cuidar - Y este es el señor Roux, él es la persona que tendrás que cuidar. Os dejo para que os conozcáis. - dicho esto abandonó la estancia. Más tarde oirían como el coche arrancaba y se alejaba con ella dentro.

- Hola Caleb, soy Rhiannon. Espero poder ayudarte y que nos hagamos amigos - le dedicó una sonrisa - Siento haber llegado tan tarde, ya sé que no son horas. ¿Quiéres tomar un té, café o cualquier otra cosa? También si te quieres ir a dormir ya, por mí no hay problema ninguno.

Su silla de ruedas estaba lista para sostenerlo algo recostado y bien atado para que no pudiera caerse y golpearse. El castaño observo a la mujer que había llegado y acercó su silla un poco más, moviéndola con un par de botones que podía manejar con la mano izquierda, la única que parecía tener movilidad controlada en su cuerpo. Se había acercado mucho para observarla, ella era muy bonita, mejor que las anteriores.

Cuando ella le preguntó todo aquello el no dijo nada, no podía elegir entre todas esas opciones por lo que se volvió hacia la ventana, si fuera por el pasaría la noche allí afuera, lejos de esa prisión que era su habitación. El suspiró con tristeza, si al menos pudiera decirle lo que deseaba, solo poder darse a entender. Levantó la mano derecha solo un poco, señalando con un dedo el jardín delantero donde ella habia estado  hacia unos minutos.

El jardín de la mansión era enorme. Sus tíos habían hecho para él y sus primos una suerte de laberinto de arbustos cerca del bosque, habia juegos de madera y un hermoso jardín cerrado lleno de flores y una gran fuente con un ángel en medio. Hacia mucho tiempo que nadie lo llevaba a ese sitio.

- ¿Al jardín? ¿Ahora? - el señor Roux, cuyo nombre la ama de llaves no había dicho y por tanto desconocía el dato informal, había levantado levemente un dedo señalando a la ventana por la que desde su posición sólo se veía una preciosa oscuridad. Aunque para los de su especie la noche era lo mejor, sabía que la presencia de su magia podría atraer a otras criaturas curiosas, al fin y al cabo esa era la primera vez que ella estaba allí y por esos lares no había tantas brujas como en otros lugares. O al menos que ella supiera - Vale, pues nos ponemos en camino - esbozó una sonrisa y se dispuso a manejar la silla de ruedas hacia el destino que él mismo había elegido.

Manejar el peso no era ningún problema para ella, aprovecho a llevarlo lentamente como se podría esperar de una fuerza humana y mientras lo conducía se dispuso a hacer una serie de protecciones hacia el señor Roux por si acaso, esa magia blanca no venía nunca de más.

Llegaron al jardín. Hacía frío como era de esperar en una noche metida en Rumanía. Ella podría quedarse desnuda ya que tendría la misma sensación. Sin embargo el humano que portaba no y la bruja no había reparado en que quizás debería de haber cogido algo de abrigo para él - Tiene usted un jardín y una casa maravillosa. Me encanta estar al aire libre, en contacto con la naturaleza.

Si hubiera podido hubiera agradecido que ella le hiciera caso. Pero los ojos claros aquellos brillaron y una sonrisa leve apareció en sus labios mientras la miraba de costado. Quería salir, no importaba cuanto frío hiciera afuera. Sus padres siempre lo sobre protegían, demasiado.

Sintió una brisa extraña embargarlo cuando ella comenzó a hacer su protección sobre el. Qué hacia? Qué clase de persona era?

En efecto, afuera el aire corría mucho más deprisa y el al instante estornudó haciendo que su débil cuerpo se fuera hacia atrás una y otra vez. Por suerte estaba atado a esa bendita silla, tan condenado como siempre.

Caleb quería ser libre. Miro hacia el bosque y deseo con fuerza poder correr y atravesarlo hasta llegar a la casa de sus abuelos, deseaba tanto poder hacer algo por si mismo porque mientras su hermanito menor y sus primos crecían y se independizaban, el seguia allí, atado a esa mansión enorme, custodiado por un ama de llaves y ahora por su niñera personal. El frío había hecho que sus mejillas pálidas se tornaran sonrojadas.  

Se dió cuenta de su error cuando él empezó a estornudar. Una persona tan frágil podía enfermarse rápidamente, ¿a que se lo cargaba nada más empezar? Si es que se le olvidaba todo lo que debería de tener siempre presente en mente. Hasta ahora no había tenido que pasar tanto tiempo con un humano. En su país de origen su familia y ella regentaban un pequeño pub de pueblo, en donde la mayoría de los que allí solían congregarse eran criaturas mágicas y el trato a humanos era darles una cerveza o lo que pidieran, no tener que cuidarlos. ¿Se habría equivocado? - Parece que hace frío, ¿qué tal si dejamos esto del jardín para otro día y para cuando el sol esté puesto?

Había comenzado a mover la silla de nuevo cuando empezó a notar una presencia extraña. Las hadas de jardín no eran las criaturas que los humanos pensaban. Es verdad que para ellos eran inofensivos e invisibles pero para las brujas… la historia era diferente. Las brujas y las hadas sencillamente no se llevaban bien. En realidad si se paraba a pesar, había más rivalidades entre las razas sobrenaturales que amistades. Sólo los seres mágicos más civilizados podían convivir y en esa hada en particular notaba mucho odio.

Rhiannon paró la silla y se dio la vuelta para mirar al hada, ese pequeña y fea criatura que daba más quebraderos de cabeza de lo que uno podría suponer por su insignificante tamaño. Hizo un par de movimientos y susurró un conjunto de repulsión para que ésta no se acercara. Volvió a tomar las riendas de la silla de ruedas pero el asunto no había acabado aquí. Otra hada había salido y se lanzó contra ella, mordiéndole en el cuello. Rhiannon soltó la silla de ruedas bruscamente que por inercia comenzó a caer cuesta abajo por la pequeña pendiente.

Antes de que pudiera razonar, la misma maldita hada la tiró al suelo. La bruja irlandesa se volvió deprisa y comprobó que la silla iba cogiendo velocidad. Sabía que lo que iba a hacer le costaría muchos problemas pero era eso o que se matara de un golpe. Rhiannon se levantó y en voz alta invocó a los espíritus del aire que le trajeron la silla hasta donde ella se encontraba. Aseguró la silla y se adelantó un poco haciendo otro conjuroo englobando toda la casa y parte de los alrededores con marcaje de bruja, ahora otras criaturas mágicas sabrían que ese territorio había sido reclamado y la dejarían más en paz.

Rhiannon no quería ni mirarle a la cara. Cogió la silla y con rapidez le metió de nuevo en casa - te vendría bien un té - le dejó en el salón y ella fue a la cocina. Abrió su pequeña cartera y sacó varias cosas que vertió en un vaso de té. Hizo otro par de movimientos, citó otras palabras y añadió agua caliente. Volvió al salón y se acercó al señor Roux, acercó la taza a su boca - Creo que deberíamos hablar, bebe.

Como no había traído su manta? O un abrigo? Qué clase de cuidadora era ella? Cal miro a la chica pero no quería regresar por lo que le gruñó, pero aquel sonido quedó amortiguado ante lo que pasó luego. Los ojos del castaño se quedaron fijos sobre aquella criatura tan extraña que quería atacarlo pero luego.. su silla perdió el control.

Y comenzó a bajar por la pendiente, su corazón latía con fuerza. Él se estremeció, quería moverse pero no podía hacer nada en su condición. Iba a matarse. De golpe algo lo llevo hacia atrás hasta dirigir la silla hacia la chica y la vio perfectamente al conjurar magia frente a su casa y luego llevarlo hacia allí. No quería que se le acercara, quería avisar a alguien que la nueva chica estaba loca y aún así, como siempre el no podía hacer nada.

Y ahora lo dejaba solo, en medio de la sala. Caleb dirigió su silla un poco más al fuego de la chimenea, tenía las manos heladas, y el rostro.

Ella volvió y le ofreció el té llevándolo a sus labios. El muchacho sintió el líquido caliente bajar por su garganta e hizo una mueca, todo su pecho vibraba de energía que no sabría explicar. Aquello era muy extraño. - B..bruja? - susurro despacio y aquellas fueron sus primeras palabras en toda su vida. Una acusación fuerte, pero curiosa, necesitaba saber que ella no iba a hacerle daño, ni a su familia.

- Emm… sí, una bruja. Pero déjame decirte que todo lo que creas saber sobre los de mi especie se quedará bastante alejado de lo que somos en realidad. Los libros, películas… toda esa basura ha hecho demasiado estigma y creado unos estereotipos poco amables para los que usamos la magia blanca - retiró la taza de té mágica llevándola de nuevo a la cocina y vertiendo el resto de contenido por el desagüe.

Se acomodó en uno de los sillo y exhaló un suspiro profundo antes de volver a hablar - déjame decirte que no te voy a hacer daño, ni comerme tu cerebro ni chorradas de ese estilo. Lo que te he dado de beber no es nada peligroso, los efectos te permitirán hablar durante unas cuantas horas. Para cuando el sol se ponga y venga más gente a tu casa volverás a enmudecer - le dedicó una sonrisa con atisbo de tristeza ya que suponía que el poder hablar por primera vez sería algo a lo que él no querría renunciar - Lo que acabo de hacer no me está permitido así que no se puede volver a repetir… si quieres aprovechar ahora debería hacerlo mientras puedas.

- Emm… sí, una bruja. Pero déjame decirte que todo lo que creas saber sobre los de mi especie se quedará bastante alejado de lo que somos en realidad. Los libros, películas… toda esa basura ha hecho demasiado estigma y creado unos estereotipos poco amables para los que usamos la magia blanca - retiró la taza de té mágica llevándola de nuevo a la cocina y vertiendo el resto de contenido por el desagüe.

Se acomodó en uno de los sillo y exhaló un suspiro profundo antes de volver a hablar - déjame decirte que no te voy a hacer daño, ni comerme tu cerebro ni chorradas de ese estilo. Lo que te he dado de beber no es nada peligroso, los efectos te permitirán hablar durante unas cuantas horas. Para cuando el sol se ponga y venga más gente a tu casa volverás a enmudecer - le dedicó una sonrisa con atisbo de tristeza ya que suponía que el poder hablar por primera vez sería algo a lo que él no querría renunciar - Lo que acabo de hacer no me está permitido así que no se puede volver a repetir… si quieres aprovechar ahora debería hacerlo mientras puedas.

Caleb se sentía tan extraño, era como si esa misma magia de la que ella hablaba estuviera dentro de su sistema, su mirada celeste seguía cada uno de los movimientos de la bruja, escuchándola atentamente, podría hablar por un momento y luego volvería a enmudecer? Ni siquiera sabía como se hacía aquello. Durante toda su vida había escuchado como le hablaban y lo entendía todo pero, hablar, pronunciar cada una de las palabras, sería tan extraño.

- Yo.. me llamo Caleb.. - murmuró, moviendo bastante la boca al hablar, agitado. - No quiero.. vivir así, pero ellos creen que esto es soportable.. porque no puedo morir? - soltó sus pensamientos más profundos de su cerebro y corazón al fin pudiendo expresarse con una completa desconocida. Lo único bueno que podía sucederle y solo le duraría un momento.

El castaño acercó la silla a ella. - Tu puedes ayudarme? De verdad necesito poder cambiar esta vida, puedo ofrecerte lo que sea, no me importa más que poder sentirme normal.. - sus ojos claros eran tan transparentes en ese momento por aquel deseo que daban ganas de llorar de solo verlo pedir aquello.

- No busco dinero ni nada por el estilo, si es eso lo que sugieres - era normal que una persona en sus circunstancias ofreciera todo lo que pudiera para volver a andar, ser una persona con toda su movilidad, a nadie le iba gustar permanecer encerrado en su propia mente mientras todos los de su alrededor le mostraban constantemente todo aquello que él no podría realizar nunca  - imagina que pudiera. Una persona con tu daño que de la noche a la mañana se levante y esté recuperado del todo. La gente se preguntará por qué. Y cuando los médicos te examinen no van a encontrar una explicación plausible - se levantó exasperada y se pasó una mano por el cabello suelto - no podemos ir alterando la vida de los humanos a nuestro antojo. No sé si te habrás dado cuenta pero no vamos destapando nuestra condición sobrenatural allá por donde vayamos.

¿Qué iba a hacer ahora? Podría esperar a que se le pasara el efecto y volverá a consumirse en silencio para siempre. Sin su mano no podría volver a comunicarse y su condición se quedaría en secreto para siempre. Pero simplemente no podía. Ella no era así. Se volvió a acercar a Caleb y musitó con el corazón encogido - a lo mejor nunca podrías volver a ver a nadie que te haya conocido así, una especie de vida clandestina. Si se supiera que he ayudado a un humano… ¿en qué estaría pensado? - se dejó caer en el sillón con un ruido sordo - además, la única solución que conozco ni siquiera está en mis manos ni en este país. Sólo te puedo ofrecer alivios momentáneos.

Poder hablar por una vez significaba todo para él, pero lo que estaba pidiéndole no parecía fácil. No sabía de dinero, ni tampoco de supersticiones de brujas, sabía que sus padres tenían el dinero suficiente para pagarle, pero ella no deseaba eso. Que podía darle él, entonces, más que su vida confinada a esa silla?

- No quiero dejar a mi familia, es todo lo que tengo.. - y sabía que tarde o temprano ellos iban a morir antes que él, pero eso, ya lo tenía sin cuidado, con mucha suerte, los abandonaría antes. Tenía la firme esperanza de no hacerlos sufrir.

- Agáchate.. no eres como las anteriores.. - claro que no, las demás lo trataban como si no pudiera sentir absolutamente nada y ella, lo hacía como si fuera cualquier persona normal. - Un alivio momentáneo está bien, sé que jamás voy a moverme de esta silla, quizás solo estoy soñando.. - él le quitó la mirada de encima y volvió a quedarse en su estado de completo silencio aunque podría hablar, debía acostumbrarse para cuando llegara el momento de despertarse de ese sueño.

- Sé que no te puedo pedir que abandones todo pero tampoco puedo hacer otra cosa más que avisarte de que si quieres una cosa tendrás que abandonar la otra - no había otra solución. Los humanos estaban poco acostumbrados a los milagros médicos sin hacer preguntas incómodas y en este caso, de poder curarle para siempre, las cosas no acabarían bien para ella y su raza. No podía echar por tierra todo lo que habían luchado durante el principio de los tiempos para que la magia y los peligros místicos se mantuvieran en secreto y no más allá de cuentos para niños o películas que ver para pasar un rato.

- Tampoco sé si podría funcionar de forma permanente, no es algo en la que nos metamos, nosotros no necesitamos remedios de esos, somos diferentes - tomó una pausa para tomar aliento - sí sé que hay algo que podría hacerte andar… aunque fuese por un día. No me será fácil pero creo que para dentro de dos días podrás tomarlo. Sólo una condición. Sé que te será difícil pero tienes que asegurarte que en la casa nos quedaremos al menos durante 24 horas tú y yo sólos. Si no, no hay trato - se jugaba mucho. Tendría que robar parte de esa preciada agua del lago Enyd, un lago sagrado para los practicantes de la magia blanca y tendría que hacerlo con discreción para no llamar la atención de sus padres.

Extendió una mano para darse cuenta segundos después que no se la podría estrechar. Otro bochorno más para la lista de su desastroso primer día en el trabajo - ¿Tenemos trato?

Caleb le miró, sus ojos celestes eran hermosos, él no deseaba pasar un día andando, porque sabía que luego debía volver a su silla por siempre. Y si eso podía ser curado abandonando a su familia no creía que podría hacerlo, prefería morir a abandonarlos. De todos modos, jamás sería un hombre normal.

Él miró la mano que se le extendía, apretó la mandíbula y muy despacio acercó la suya, hasta tocarla de la chica. - No quiero que te arriesgues por mi, un día no.. no es necesario.. - le dijo, apretando un poco la mandíbula, intentando hablar con normalidad, aunque las palabras se le agolpaban en el paladar, de jamás haberlo hecho había aprendido mucho de ver y escuchar a su familia, que ellos le hablaran. Hacían claramente la diferencia.

- Yo.. creo que iré a descansar.. - él tocó el botón para manejar su silla de ruedas y conducirla a su habitación. Miró a la chica cuando ella se acercó. - Necesito ayuda.. para ir a la cama.. - si, siempre necesitaba ayuda, en todo y estaba muy cansado de aquello. Una vez recostado Caleb le pidió que apagara la luz, al día siguiente sabía que no volvería a hablar, pero no poder compartir eso con los suyos tampoco era algo que deseaba.