Remus John Lupin - 1 Gen

Y allí estaban un año más, junto a la vorágine de estudiantes exaltados de los primeros años, tan curiosos y llenos de ganas de dar sus primeros pasos en el mundo de la magia. La intensidad de sus emociones, el calor que provocaban sus presencias al caminar de un lado al otro, el nerviosismo abriéndose paso en el ambiente y el sudor adolescente tan repelente para algunos como increíble y mágico para otros. Como quien los guiaba con media sonrisa, pidiendo que no se pisotearan al entrar al Gran Comedor y que formarán fila adelante de todos mientras el resto del Colegio se sentaban en la mesa que les correspondía.

Los de Hufflepuff se abrazaban al reencontrarse, los Slytherin en la mesa del rincón derecho  comentaban en voz alta sus magníficas vacaciones para envidia de sus propios compañeros. Los de azul, los intelectuales Ravenclaw prestaban atención a cada una de las indicaciones que el director del colegio anunciaba antes de la ceremonia. Y cerca del muchacho alto y delgado, de uniforme gastado y demasiado grande se encontraba una muchacha pelirroja, más pequeña en estatura, pero preciosa de ver a los ojos de quien, desde la mesa de los inquietos Gryffindor se moría por correr a su lado: James Potter. Remus Lupin, el susodicho de túnica desgastada lo miró por un momento, a su lado, como pintado en lienzo de la aristocracia estaba él, Sirius Black, desde allí podía escucharlo reír socarronamente y bromear con la mesa, quien supiera lo que había vivido en esas vacaciones cerca del Castillo que reconocía como su hogar, con su familia.  

Remus podría haber estado en esa mesa, charlando con sus amigos, comentando sobre el frío que había pasado en los huesos en su hogar y que aún persistía al estar allí. Solo quedaban dos noches para que la luna llena se asomase y aquello hacia mella en el rostro pálido del prefecto de Gryffindor mientras les explicaba a los pequeños en voz paciente que debían acercarse a la silla del sombrero ni bien los llamasen por su nombre. Se notaba en el una leve gota de sudor bajando por su mejilla y el semblante de casi siempre, esa mirada dolorosa y triste que sabe que estará condenado muy pronto.

Los ojos verdes de Lily se mueven de forma inquieta contemplando la multitud de estudiantes de primer año a su cargo, contándolos una y otra vez para asegurarse de no haber dejado atrás a nadie durante el trayecto hacía el gran comedor. La pelirroja sabe por experiencia propia que no resulta difícil desencaminarse en el castillo, especialmente para algún novato distraído por los cientos de misterios que Hogwarts parece guardar en cada rincón.

Pese al paso de los años, le es fácil ponerse en los zapatos de los inquietos niños que se aglomeran al frente del salón, recordando las emociones que la sacudiesen de pies a cabeza en su primer día, el asombro, los nervios, la impaciencia y el asombro que se arremolinaban en su pecho ante esta visión que aún a veces le parece como sacada de algún sueño, y es que no hay mejor palabra que «magia» para describir la atmósfera que parece reinar esa noche en el lugar. El primer día de vuelta a Hogwarts siempre parece cargado con ese no-sé-qué que lo hace particularmente especial, por lo menos a consideración suya.

No obstante, su entusiasmo se ve ligeramente templado por la energía nerviosa que parece emanar del muchacho a su lado y que, por su ceño ligeramente fruncido y la rigidez en su postura, poco parece tener que ver con la situación en que se encuentran. Siguiendo la mirada de Remus en un intento por averiguar el porque de su peculiar estado de ánimo no tarda en encontrarse con Potter y Black, quienes parecen haber acaparado ya la mayor parte de la atención en la mesa de los Gryffindor.

Lily pone los ojos en blanco, dándole un leve golpe en un costado al joven para atraer su atención.

— Sé que la ceremonia de selección puede no ser tan entretenida como ese par de brutos a los que llamas amigos, pero no te mataría poner un poco de atención— aquello pretende ser una especie de reproche, pero la intención acaba por morir en las comisuras de sus labios que permanecen curvadas en una sonrisa y en su tono de voz especialmente agradable, ese que reserva para muy pocos afortunados entre los cuales se encuentra Remus — Ya sabes, para poner el ejemplo a los de primer año y todo eso.

Lupin parecía adorar Hogwarts, volver ese año alli suponía la culminación de su vida como estudiante antes de salir al mundo y aquello lo llenaba de nuevas expectativas aunque el temor de no ser aceptado en ningún otro sitio siempre vivía en el fondo de su corazón. Destrozándolo. Hogwarts lo había recibido a pesar de que habían creído muy peligroso que pudiera estar allí en las noches de luna llena. Pero había sido el mismo Albus Dumbledore quien le había dado esa posibilidad y arreglado el asunto. Pero ellos, esos chicos eran quienes lo habían hecho sentir parte de algo por primera vez en su vida, esos tres eran su familia allí adentro.

Y también Lily.. Lily era una chica! No podía compararse con ellos habría dicho Sirius. Y no era comparable. Ella tenía la palabra justa y era la mejor compañera de estudio y de tranquilidad si requería aquello en el lago negro. Era quien mejor contaba las historias de aventura que empezaban ambos y que, luego de mucho pensarlo la única chica que sabía su secreto más terrible. Que era una bestia al salir la luna.

Esa noche el estaba distraído, y ella lo había vuelto a la realidad con un pequeño golpe, haciendolo sonreír y mirarla antes de prestar atención a la ceremonia y a los niños que pasaban y se iban corriendo hacia su mesa ni bien el sombrero gritaba a que casa pertenecería. - Recuerdas haber estado ahí verdad? Lo que se sentía? - le pregunto a su amiga que por su mirada deducía que añoraba ese momento. Remus suspiró pensando en esa primera vez que había llegado a Hogwarts con el uniforme demasiado grande para su pequeño cuerpo y la curiosidad que había tenido por todo lo nuevo que le esperaba.